Tere Abelleira (23) brilló con luz propia en Australia y Nueva Zelanda, donde sentó cátedra desde su posición en la medular. Marcó un gol espectacular ante Zambia y dio una asistencia vital frente a Suecia en semis. A base de actuaciones magistrales, a excepción del calvario colectivo contra Japón, se consagró como una de las fijas en la alineación del ya exseleccionador Jorge Vilda, quien ahora dirige al combinado marroquí.
"Me hace mucha ilusión que vaya a estar casi toda mi familia, amigas con las que empecé y entrenadores que tuve. Esa época en la que combinaba fútbol 11 y fútbol sala (fue internacional sub-17 allá por 2016) me cambió la vida. Venir ahora siendo campeona del mundo es un premio al trabajo, a la constancia y un aliciente para seguir creciendo por el camino", explicó la jugadora del Real Madrid ante los medios oficiales de la RFEF.
"Es un sentimiento de felicidad, de alegría y de mucha ilusión. Es especial porque estoy en casa, pero lo más importante es conseguir al menos un punto. Iremos a por la victoria para poder decir que ya estamos en la final four", comentó la gallega, consciente de que la prioridad pasa por dejar los deberes hechos antes de viajar a la capital de la Costa del Sol, donde la Roja se enfrentará a Suecia en la última jornada de la Liga de Naciones.
Para Abelleira, el Mundial fue un antes y un después a nivel de popularidad: "Nos cambió un poco. Las niñas me reconocen por la calle. Flipé con la recepción que me hicieron. Fue increíble ver las plazas y las calles llenas. Es de agradecer que la gente se haya volcado tanto con nosotras". Y su mensaje a las nuevas generaciones es el siguiente: "Que disfruten porque esto pasa rápido. Que cada momento les sirva para crecer y aprender. Es bonito, pero también hay momentos duros. Las invito a que sueñen a lo grande porque, cuando trabajas, se cumplen".