El rugby en Argentina, un deporte de 'élite' que cambia a paso lento

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El rugby en Argentina, un deporte de 'élite' que cambia a paso lento

El rugby en Argentina, un deporte de 'élite' que cambia a paso lento
El rugby en Argentina, un deporte de 'élite' que cambia a paso lentoAFP
Bajo la sombra del fútbol, el rugby argentino crece en popularidad y se abre camino dejando atrás la imagen de deporte de 'clase alta' que lo precede. Una transformación lenta pero palpable que sigue la estela de unos Pumas cada vez más ambiciosos.

A finales del siglo XIX y principios del XX inmigrantes ingleses, irlandeses y escoceses llegaron atraídos por Argentina, la 'tierra prometida' del nuevo continente, y con ellos trajeron sus juegos 'modernos'.

Colegios de lujo, universidades y clubes capitalinos, instituciones centenarias como Belgrano, CASI (Club Atlético San Isidro), CUBA (Club Universitario Buenos Aires) o SIC (San Isidro Club) donde un tal Ernesto 'Che' Guevara, estudiante de medicina, se hizo famoso a principio de la década de 1950.

Ya desde ese entonces, rugby amateur, fútbol ya profesional. Una diferencia que fue creciendo.

El mundo del rugby "está cambiando, porque al haber un circuito profesional en el rugby argentino (y en los argentinos que emigran a países donde ya es profesional hace años), se abren las puertas, un poco más que antes, a jóvenes que provienen de otros sectores" sociales, explicó a la AFP Sebastián Fuentes, antropólogo social e investigador en el Conicet.

"No hay jugadores profesionales en Argentina", afirma la Unión Argentina de Rugby (UAR), o al menos este rótulo es aplicable a un puñado de los más de 100.000 rugbistas.

Los Pumas juegan todos en clubes del exterior, y los únicos jugadores profesionales que hay en el país son los Argentina XV (el segundo combinado argentino) y las dos franquicias que juegan en la nueva liga Super Rugby Américas, que solo dura unos pocos partidos. Y Los Pumas 7.

Nicolás Sánchez, a punto de patear
Nicolás Sánchez, a punto de patearAFP

El detonante

Es popular relacionar los buenos resultados de Los Pumas al cambio de cara del rugby en Argentina.

Para Agustín Pichot, el emblemático excapitán del equipo, el rugby "es un nicho muy grande" aunque admite a la AFP que "el fútbol acá es otra cosa".

"El 2007 fue un disparador muy, muy grande", con el tercer puesto de Argentina en el Mundial, la mejor actuación de su historia, asegura Jorge Busico, veterano columnista de rugby y fundador de una escuela de periodismo en Buenos Aires.

Con Los Pumas en el podio mundialista "mucha más gente empezó a jugar al rugby, se crearon más clubes (ahora hay casi 600). Hubo una expansión muy muy grande del rugby en la Argentina", agregó.

En la estela de ese crecimiento, la UAR lanzó un programa de alto rendimiento sin precedentes.

Este impulso se ha visto reforzado por la entrada de Argentina en el Rugby Championship en 2012 con los All Blacks, los Wallabies y los Springboks. Luego los exJaguares hicieron lo propio en el Super Rugby y a eso se sumaron los buenos resultados de Los Pumas 7, bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio-2020 y ganadores de varias etapas del circuito en 2022-2023.

Pero el avance hacia el profesionalismo preocupa a la cantera amateur de los clubes.

El desplome crónico de la economía (113% de inflación este año) provoca un éxodo creciente de jóvenes jugadores hacia Europa, no sólo hacia las grandes ligas como la francesa, sino a ligas menores como italia, España o Portugal.

"Hay toda una cultura de que el rugby se está jugando por plata. Hoy los jugadores, a diferencia de hace 15 y 20 años, quieren ganar plata jugando rugby", resalta Busico.

Autocrítica

En simultáneo, el rugby ha experimentado una transformación. En los últimos 20 años creció un lado social, con clubes en barrios carenciados que combinan la pelota con la inclusión, como el pionero Virreyes RC (2003).

El primer club LGBT+ de Latinoamérica, Ciervos Pampas (2012), es porteño. Y la afiliación femenina a los clubes ha aumentado "en clases más obreras que masculinas", e incluso en comunidades indígenas, apunta Fuentes.

Pero las reputaciones son difíciles de revertir.

En 2020, una historia sobre unos tuits racistas enviados ocho años atrás, cuando tres de los actuales Pumas tenían 18 y 19 años, le valió a Pablo Matera una tormenta mediática, una disculpa pública y la pérdida de su capitanía.

Y a principios de 2023, el sonado juicio a seis jovenes jugadores de rugby de un pequeño club de una ciudad de la provincia de Buenos Aires que mataron a golpes a un joven a la salida de un club nocturno en 2020, reavivó el debate sobre el ADN de este deporte, catalogado por muchos como "violento", "machista", "racista" y reservado a los ricos.

Hemos hecho una "autocrítica, muy fuerte y ojalá ese hecho tan feo y tan doloroso haya servido por lo menos a darnos cuenta", afirmó Pichot, que en su momento habló sin tapujos sobre la tragedia y los excesos del rugby y de como se naturalizó la violencia.

Busico destacó que más allá de que el rugby "durante mucho tiempo sí fue de clase, de élite, ya no lo es (...) pero nunca dejó de ser un deporte clasista", que afirma su diferencia con el resto de los deportes y de la sociedad. Por eso se los condena en mayor medida cuando hay un episodio como el del crimen de los rugbistas.

Una actuación histórica, al alcance de Los Pumas en el Mundial de Francia-2023, que se inicia esta semana, puede ayudar al rugby a resarcirse.