Jessica Long, una carrera paralímpica impulsada por "el abandono y la rabia"

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Jessica Long, una carrera paralímpica impulsada por "el abandono y la rabia"
Jessica Long
Jessica LongAFP
En su camino para ampliar uno de los más completos palmareses del deporte paralímpico, la estadounidense Jessica Long, una de las estrellas en París 2024, se apoyó en su "abandono y rabia", antes de encontrar una vía de escape gracias a su amor por la natación.

Desde sus primeros Juegos Paralímpicos en 2004, cuando tan sólo tenía doce años, Long de 32 en la actualidad, ha logrado 29 medallas, 16 de ellas de oro, una más que su excompañero de entrenamiento, el legendario Michael Phelps, deportista mas laureado de la historia olímpica.

Y para Long, ¡esto todavía no ha acabado! Después de París (del 28 de agosto al 8 de septiembre), todavía espera poder participar en Los Angeles 2028.

"Eso sería fantástico, retirarme en casa", explica a la AFP durante un evento organizado por Arena, su proveedor de material deportivo.

Sin duda, su colección de trofeos ya es impresionante, incluso si no podrá alcanzar el total de 55 medallas paralímpicas de su compatriota Trischa Zorn.

"En aquellos años ella podía participar en más pruebas. En Seúl, ganó 12 títulos", recuerda Long, quien desde 2008 monopoliza el título de 200 m cuatro estilos en su categoría.

Orfanato en Siberia

"A veces me pregunto qué habría podido alcanzar si hubiera podido nadar más distancias... Y a la vez, estoy tan orgullosa de lo que he conseguido", reconoce.

"Mi vida no tendría que haber sido muy bonita, debería haber sido horrible. Sabemos lo que les espera a los huérfanos, viven cosas terribles como la explotación sexual", explica Long.

Nacida en Siberia con hemimelia peronea, sin peronés, fue abandonada por sus padres biológicos y pasó sus primeros meses en un orfanato ruso, antes de ser adoptada a los trece meses.

Su destino fue Baltimore, en Estados Unidos, donde a los dieciocho meses fue amputada para poder llevar prótesis y vivir la vida de una pequeña estadounidense que prueba la gimnasia y a ser 'cheerleader' antes de descubrir la natación.

Pese al amor de Beth y Steve, sus padres adoptivos, y el de sus cinco hermanos y hermanas, Long fue una niña "que siempre estaba enfadada", recuerda.

Esa rabia la acompañó también en su carrera deportiva, cuando por ejemplo se molestó al regresar a su país tras los Juegos Paralímpicos 2012.

En la aduana estadounidense "nadie estaba al corriente, a todo el mundo le daba igual", y tuvo incluso que mostrar sus ocho medallas conquistadas en Londres.

"Existo"

"Cuando la gente me preguntaba qué me motivaba, respondía que el abandono y la rabia. Creo de verdad que mi éxito viene del simple hecho de querer decir 'yo existo'", explica Long, que también ha sido comentarista para la cadena NBC durante los Juegos Paralímpicos de Invierno en Sochi 2014.

"Hasta el momento en el que tuve que cambiar mi perspectiva para decir 'simplemente me gusta nadar'", sonríe la nadadora que acumula 54 medallas, 34 de ellas en oro, en Mundiales.

Si bien ahora dice estar más tranquila, a Long, que conoció a su familia biologica en 2013, todavía hay cosas que la llenan de rabia, especialmente cuando habla de uno de los males del deporte paralímpico: las trampas en las clasificaciones o sobre la discapacidad de los deportistas, que imperan en los Juegos Paralímpicos.

"Por ser personas con discapacidad, hay miedo a controlarlos o poner en duda su discapacidad, pero creo que haría falta mirar eso más de cerca", opina.

"Los controles antidopaje supuestamente son inesperados ¿Por qué entonces cuando un deportista debe ser clasificado en una categoría, sabe cuando pasará la persona encargada de ello? Todos sabemos como nadar más lento", lamenta.

"Cuando nadamos, hace falta demostrar integralidad, ese es el mensaje de los Juegos Paralímpicos", insiste la nadadora de mirada penetrante.