Corrían tiempos convulsos en Sudáfrica debido a la política de apartheid que llevaba años aplicándose sobre las personas negras y la resistencia de los blancos a los vientos de cambio impulsados por Nelson Mandela desde su elección como primer presidente de la República sudafricana el 10 de mayo de 1994.
Por aquél entonces, el rugby era un deporte reservado exclusivamente para los blancos -los negros preferían el fútbol- y no atraía las simpatías de la gran mayoría de gente de color que poblaba el país. Algo que entraba directamente en conflicto con ser la sede del Mundial de esa disciplina en 1995.
Sudáfrica llevaba dos ediciones (1987 y 1991) cancelada del torneo por sus políticas de discriminación sistémica sobre un importante sector de su población. Unas ausencias que les hicieron bajar notablemente en las apuestas a la hora de elegir quién levantaría el título después de la final.
Mandela, un visionario, supo apreciar el evento como una oportunidad de unir al pueblo sudafricano. Sin embargo, para lograrlo, hacía falta que los Springboks salieran campeones, lo que se antojaba realmente complicado teniendo en cuenta los recursos de los que disponía la plantilla entrenada por Kitch Christie y el ya legendario ala François Pienaar, un avanzado a su tiempo.
Los partidos fueron pasando y las victorias llegando, incluida la de la histórica semifinal contra Francia que casi pierden los locales por culpa de la intensa lluvia que arreció Durban aquél 17 de junio de 1995.
Con esa dinámica alcanzaron el duelo decisivo, en el que esperaba Nueva Zelanda. A base de triunfos, el combinado nacional de sudafricano consiguió comenzar a unir al pueblo blanco con el negro, que encontró en el wing Chester Williams, único hombre de color del equipo, a su verdadero héroe.
Campeones por sorpresa
El 24 de junio de 1995, un Estadio Ellis Park abarrotado aguardaba el choque entre la aguerrida Sudáfrica de Mandela y Pienaar, y los favoritísimos All Blacks del considerado mejor jugador de rugby de la historia, Jonah Lomu, fallecido a los 40 años a causa de una rara enfermedad renal.
Sobre el papel, la contienda fue lo más parecido al David contra Goliat que se podía ver en ese momento. Lo que pasó en el campo, resultó muy diferente. Una lucha de poder a poder que concluyó con victoria (15-12) de los locales en el tiempo extra.
Sin duda, uno de los triunfos más emotivos jamás contados. Más allá del componente deportivo, el éxito sirvió para sentar las bases de una Sudáfrica mejor, en la que los negros serían ciudadanos iguales a los blancos. Los Springboks hicieron felices a muchas personas cambiando sus vidas definitivamente.
A las puertas de repetir
Esos hechos nos trasladan al presente. Entre hoy (20 de octubre) y mañana (21) se disputarán las semifinales del Mundial de Francia. Tres de las selecciones que comparecieron en el penúltimo escalón hace 28 años vuelven a estar presentes. Son las dos protagonistas de 1995 e Inglaterra. La nota discordante es Argentina, en su tercera aparición en dicha instancia.
Los Pumas tienen la ardua tarea de hacer hincar la rodilla a unos All Blacks a los que han ganado dos veces en los últimos tres años, pero que siguen siendo favoritos a levantar la Copa Webb Ellis, sobre todo tras eliminar a Irlanda, primera en el ranking mundial al empezar el torneo.
Por el otro lado del cuadro Sudáfrica ha de superar el obstáculo del siempre difícil XV de La Rosa. Los británicos son los mejor colocados para evitar la repetición, por primera vez desde 1995, de la final que lo cambió todo en el país africano. El conjunto dirigido por Steve Borthwick es el único líder de grupo que se mantiene en liza.
Nueva realidad
De confirmarse finalmente una nueva batalla entre All Blacks y Springboks, las cosas serían muy diferentes a lo que se vivió hace casi tres décadas. Al menos sobre el papel, puesto que los oceánicos siguen siendo una superpotencia, pero tienen a todos mucho más cerca que entonces.
Por su parte, Sudáfrica es ahora algo más que una cenicienta. Se impusieron a los anfitriones en los cuartos (29-28) y defienden la corona obtenida en 2019 durante el certamen celebrado en tierras japonesas.
Ambos conjuntos pelean por el cuarto entorchado de su historia, lo que les dejaría como la selección más ganadora de siempre. Pero antes de citarse con el pasado tendrán que superar a Argentina e Inglaterra. Una colisión entre la nostalgia y la cruda realidad.
La narrativa de los acontecimientos ocurridos en la cita de los 90 dio pie a libros e incluso películas, como 'Invictus', la obra maestra dirigida por Clint Eastwood. Seguramente una reedición de aquello no dé para tanto, pero la sola idea de pensar en ver un partidazo así de nuevo es especial.