El final de Cristiano Ronaldo en la élite es palpable. A sus 37 años, el atacante terminó el Mundial con un gol marcado: el penalti que ejecutó en la primera jornada de la fase de grupos contra Ghana. El tanto, a pesar de no aportar mayor novedad a la estadística, ofrece un elemento novedoso: el luso convirtió en cinco Copas del Mundo. Es un punto estadístico que, sin embargo, no oculta el vacío que deja la eliminación de Portugal.
La nostalgia impregna los corazones de los aficionados. Cristiano Ronaldo, el máximo anotador de su selección, el ídolo que conquistó tres Champions Leagues consecutivas con el Real Madrid, terminará su carrera sin un Mundial en su palmarés.
Él no ha sido un jugador determinante en las Copas del Mundo. Su mejor actuación ocurrió en el 2006, cuando Portugal cayó eliminada ante Francia en las semifinales. En Sudáfrica 2010, España fue el equipo encargado de finiquitar el camino luso. En Brasil 2014, la escuadra ni siquiera avanzó de la fase de grupos; en Rusia, Uruguay sentenció la suerte de los de Fernando Santos en los octavos y en Catar Marruecos personificó el papel de villano en los cuartos.
El extremo cursa por el peor momento de su carrera. Ronaldo es un atacante que brindó muchas alegrías. En Madrid, en especial, es recordado por liderar el frente ofensivo merengue durante casi una década. En Mánchester los red devils tendrán en la memoria los inicios del extremo en la Premier League y el rol de Sir Alex Ferguson en su vida. En Italia sobresalió más por las polémicas y las inconformidades que por el buen juego y, en la vuelta a Old Trafford, el palacio de los sueños se convirtió en una pesadilla.
Cristiano, ajeno a los comportamientos, ha sido un jugador fantástico. Se desconoce su futuro. Cuando él decida dar un paso al costado y finalizar su etapa como profesional, el fútbol le echará de menos y entenderá, por fin, que el tiempo tiene la capacidad de pasarle factura incluso a un deportista que se instaló en lo más alto durante 15 años.
Ronaldo no merecía este desenlace, pero el fútbol, como la vida, exhibe dolorosas espinas en un aparente camino de rosas.