Los mundialistas del Atlético de Madrid se divierten lejos del ‘Cholo’ Simeone

Publicidad
Publicidad
Publicidad
Más
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Los mundialistas del Atlético de Madrid se divierten lejos del ‘Cholo’ Simeone
Simeone durante un partido del Atlético de Madrid.
Simeone durante un partido del Atlético de Madrid.AFP
Con la llegada del ‘Cholo’ Simeone (52) al banquillo del Atlético de Madrid, el club rojiblanco dio inicio a una era dorada en la que ganaron títulos, alcanzaron finales de Champions y compitieron con los mejores equipos del mundo. Ahora, 12 campañas más tarde, la magia se ha terminado y su tiempo como colchonero está en las últimas.

Simeone volvió a la que fue su casa como jugador con las ideas muy claras. Quería volver a hacer competitivo al Atleti para mirar de tú a tú a los dos grandes de España. Dio forma a sus pensamientos basándose en la lucha y el sacrificio.

Para ello, construyó un equipo de guerreros que obedecieran sus órdenes sin pensar. Nunca fue un hombre de andarse con miramientos. El que no se ceñía al plan era apartado de las operaciones sin que nadie hiciera preguntas.

El estricto régimen del argentino funcionaba, los títulos llegaron, se empezó a dar miedo en Europa y se acabó de una vez por todas con el bipartidismo reinante en LaLiga. Buenos tiempos para un equipo que había vagado durante lustros por los peores caminos del planeta fútbol.

Como es normal, los éxitos hicieron que las figuras comenzasen a ver al cuadro rojiblanco como un destino atractivo para sus carreras. Algo bueno si hablamos del común de los mortales, pero no para el ‘Cholo’.

Con la llegada de estrellas, la plantilla se ha ido fortaleciendo a lo largo de los años, pero eso ha provocado que se desmorone la idea de fútbol de su técnico. Es mucho más difícil poner a correr durante 90 minutos a tipos con la calidad suficiente para jugar bien, que a los que han llegado a la élite a base de partirse el alma.

A Simeone eso le ha terminado matando. Abandera un sistema obsoleto que no puede tener éxito en un equipo grande. Los futbolistas están cansados de aguantar las exigencias de un hombre con demasiado poder y al que nadie le discute pese a que los resultados de su idea sean nefastos.

Liberación Mundial

La mejor forma de confirmar que el verdadero problema del Atlético de Madrid es la caducidad de su entrenador es viendo la Copa del Mundo que se está disputando en Catar. La mayoría de los rojiblancos presentes en la gran cita se lo están pasando bien haciendo lo que más les gusta como más les gusta.

Morata (30) golea con España. El delantero ya lleva tres goles en el torneo y está ofreciendo un gran nivel cuando tiene la oportunidad de encarar la portería rival. Rodrigo de Paul (28) y Nahuel Molina (24) son indiscutibles en una Argentina que ya piensa en los cuartos de final. Joao Félix (23), por su parte, goza con Portugal.

El caso más impresionante es el de Griezmann (31). Desaprovechado en Madrid, es el jugador más en forma de la selección de Francia junto a Kylian Mbappé (23). Aparece por todo el campo y mueve al combinado galo facilitando la circulación de balón. Está realizando un campeonato impecable.

Antoine Griezmann se abraza con Kylian Mbappé
Antoine Griezmann se abraza con Kylian MbappéJAVIER SORIANO / AFP

Un equipo fundido

Otro de los grandes errores del entrenador argentino ha sido depositar gran parte de las esperanzas en imponerse físicamente a sus rivales. Se ha pasado del “ganar, ganar y volver a ganar” al “correr, correr y volver a correr”. 

Le dio la llave de la preparación al ‘Profe’ Ortega, un hombre cuyo mayor aporte en estos 12 años ha sido construir una rampa para que los jugadores hagan sprints. Más allá de eso, los datos están sobre la mesa. El Atlético es un equipo muy afectado por los problemas musculares cada año.

Uruguay también cayó en el error e incluyó al preparador en su ‘staff’ técnico para Catar 2022. Allí  le siguió sufriendo un José María Giménez (27) que puede olvidar tranquilamente su desempeño en la cita. El cuadro charrúa se despidió en fase de grupos sin mostrar la garra y el alma que les caracteriza.