Llegó en el verano de 2014, tras el Mundial, procedente de un Bayern de Múnich que nunca terminó de creer en él como una figura del fútbol. Casi una década después, ya es el jugador alemán que más veces ha defendido la camiseta del club más prestigioso del mundo, con 417 partidos.
La historia de Kroos con el Real Madrid ha sido como un cuento de hadas, como un amor a primera vista. Desde el primer día se vio que estaban hechos el uno para el otro, que encajaban a la perfección. Kroos ha sido el líder silencioso de un equipo que llegó a funcionar como un engranaje casi perfecto en su equilibrio.
Su sociedad con Luka Modric y con el ahora mancuniano Casemiro, la temible CMK, conquistó con su calidad y saber estar todos los campos europeos. Fruto de ello son 20 títulos que ha sumado en las hasta ahora nueve temporadas que ha vestido de blanco: 4 Champions League, 5 Mundiales de Clubes, 4 Supercopas de Europa, 3 Ligas, 1 Copa del Rey y 3 Supercopas de España.
A pesar de todos esos títulos, Kroos siempre ha tenido muy claro que no quería, ni quiere, alargar su carrera como futbolista porque sí. Necesita sentirse útil y valorado deportivamente. De ahí su idea de ir año a año, y de no tomar una decisión definitiva hasta los últimos dos o tres meses de competición.
Así lo ha hecho en esta última ocasión. No dio el sí hasta que comprobó que Ancelotti seguía confiando en él dándole el timón del centro del campo y que, aun con la llegada de Camavinga, Tchouaméni y la de Bellingham ahora, continuará jugando partidos clave.
El anuncio oficial se ha hecho de rogar, pero los tiempos en el Real Madrid son los que son. Primero querían cerrar las incorporaciones y, una vez selladas las de Fran García, Brahim, Bellingham y Joselu, han comenzado con las renovaciones. La primera, la de Toni Kross.