¿Hubo un ápice de suspense? Incluso con un papel modesto en el PSG, Lionel Messi no podía dejar de recibir un octavo trofeo tras levantar la Copa del Mundo, una búsqueda cumplida a los 35 años, después de tantas decepciones y del recuerdo de la derrota de 2014 ante Alemania.

Ganar el Mundial, y sin tener en cuenta su especie de retiro dorado en Miami, porque sólo valía lo realizado en la 22/23, nadie dudaba de que Messi, capitán de la albiceleste, se llevaría el Balón de Oro una vez que pudo coser él mismo la tercera estrella al escudo argentino. 

Y aunque siempre ha asegurado públicamente que no moría por levantar Balones de Oro, ya son ocho los que cuenta en su haber. Justificado éste por lo logrado en Catar, con aquella final imborrable ante Francia en el recuerdo. Hubo un antes y un después en París con él. 

Messi, como hizo Neymar, se volcó en prepararse en la mejor condición posible, rindiendo a un excelente nivel en esos primeros meses de temporada. Luego, tras el subidón, llegó el bajón y su salida por la puerta de atrás del PSG. 

Por eso los aficionados parisinos se quejan. Porque soñaron con que el Messi del Mundial sería el Messi que les llevaría a ganar, por fin, la Champions. Nada más lejos de la realidad. Ni el mejor jugador del mundo en la última década es capaz, por sí solo, de ganar la Orejona. Si, además, su nivel ya no era el del más grande, más difícil todavía. 

A pesar de este resentimiento parisino, el argentino es el primer jugador en la historia del PSG que gana un Balón de Oro "100%" para el club, ya que George Weah lo levantó en 1995 tras su traspaso al Milan. Con 16 goles y 16 asistencias en la Ligue 1, sin ningún deseo exagerado, sus estadísticas en su segunda temporada fueron muy respetables. 

Este octavo Balón de Oro podría ser anecdótico. De hecho, puede que lo sea para el propio Messi. Pero, sobre todo, es un homenaje a su contribución al fútbol. A estos jugadores más jóvenes aún les queda mucho camino por recorrer para sucederle en el palmarés.