El fútbol femenino es sinónimo de goles, creatividad y un alto rendimiento. La palabra que define a esta modalidad en los últimos años es la evolución. El deporte, poco a poco, ha adquirido notoriedad y ha llenado estadios como el Camp Nou en partidos oficiales. 

Aunque los avances del fútbol femenino son agigantados, aun existen matices que no le permiten a la modalidad encontrar igualdad con el fútbol masculino. La semana pasada, de hecho, las árbitras de la liga femenina llegaron a un acuerdo con la RFEF para equilibrar salarios con los jueces de la Liga Santander. 

A menos de ocho días de aquel acuerdo, se ha desatado una nueva polémica que envuelve al fútbol femenino español. La RFEF ha aporbado un incremento en las multas que se les impone a los equipos por la muestra de las tarjetas amarillas en cada partido. 

"En las competiciones de carácter profesional, la sanción de amonestación de directivos, futbolistas, entrenadores y auxiliares, llevará consigo, para el club de que se trate, multa accesoria en cuantía de 180 euros cuando se trate equipos adscritos a Primera División, y de 90 euros cuando se trate de equipos adscritos a Segunda División. La sanción de suspensión conllevará multa por importe de 350 euros, cuando se trate equipos adscritos a Primera División, y de 200 euros cuando se trate de equipos adscritos a Segunda División, por cada partido o mes que abarque", añade la nueva normativa.

El alegato principal de los clubes femeninos es que el presupuesto que manejan no es el mismo que los de sus compañeros en la Liga Santander. El Real Betis, por ejemplo, fue el equipo más amonestado de la temporada. El año pasado, el cuadro andaluz pagó  82 amarillas y 6 rojas, desembolsando 382 euro. Si se cumple a rajatabla la nueva normativa, el Betis debería pagar 16.860 euros en amonestaciones.