La estrella bielorrusa, número dos del ranking mundial, llega al desenlace del torneo de Nueva York como la gran favorita para anotarse su tercera victoria de Grand Slam.
Su desempeño en los dos últimos años la ratifican como la mejor jugadora en este tipo pistas duras y también como la más consistente de la actualidad en los principales torneos.
Exceptuando el pasado Roland Garros, donde se despidió en cuartos de final, Aryna Sabalenka ha llegado al menos a semifinales en los ocho últimos Grand Slams disputados.
En ese periodo conquistó sus dos primeros trofeos grandes en el Abierto de Australia (2023 y 2024) y dejó atrás sus persistentes problemas con el servicio y el manejo de la presión en los momentos decisivos.
La jugadora de 1,82m de altura, que cuenta con unas veloces piernas, sigue gobernando los partidos con su autoritaria derecha, pero, menos rígida mentalmente, su juego es ahora más variado e imprevisible.
A la final del sábado aterriza con una racha de 11 partidos ganados seguidos que le brindaron el trofeo del WTA 1000 de Cincinnati, donde arrasó en semifinales a la número uno, Iga Swiatek, y en la final a la propia Jessica Pegula.
A sus 26 años, Sabalenka ha dado también pasos de gigante en el control de su carácter visceral.
La prueba de fuego, sin embargo, le espera el sábado ante la afición del Grand Slam de Estados Unidos, país donde reside desde su reciente mudanza a Miami, con la que mantiene una relación espinosa.
Aprender la lección
En su primera final en Flushing Meadows, Aryna vivió el año pasado uno de los momentos más duros de su carrera cuando, bajo una atmósfera hostil, colapsó frente a la joya local Coco Gauff con un set de ventaja.
El resentimiento por la actitud del público quedó marcado en la exnúmero uno mundial.
"Muchas gracias por este apoyo. Realmente lo necesitaba en el US Open. Si hubieran estado ahí definitivamente habría ganado", dijo Sabalenka dos meses después durante las WTA Finals de Cancún (México).
En el actual torneo, la jugadora de Minsk volvió a rogar a las gradas que le brindaran algo de aliento, bromeando incluso con invitarles a cambio a una noche de copas.
Pero en las semifinales acecharon los fantasmas del pasado cuando la neoyorquina Emma Navarro se lanzó a una vibrante remontada en el segundo set empujada por los 23.000 aficionados del mayor recinto tenístico mundial.
"Bueno, gente, ahora me aplauden. Wow. Es un poco tarde", dijo Aryna entre risas tras sofocar la rebelión de Navarro.
"Me puse un poco emocional y tuve este pequeño flashback de la final del año pasado, por el ambiente del público", explicó después. "Estoy muy contenta de haber aprendido la lección", indicó.
Triunfar en casa
A. Sabalenka es la primera tenista en repetir presencia en la final del US Open desde Serena Williams, que encadenó derrotas en 2018 y 2019.
Para Pegula, en cambio, será su primera final de Grand Slam después de que esta semana rompiera su barrera de los cuartos de final, en la que se había estrellado seis veces.
La jugadora de Buffalo (Nueva York) desterró su maldición batiendo a Swiatek y después se rehízo de un set en contra para vencer a la talentosa Karolina Muchova en semifinales.
Con un tenis sólido y astuto, Pegula es la otra jugadora más en forma en la actual gira de pista dura, en la que conquistó el WTA 1000 de Canadá y acumula 15 partidos ganados y una única derrota, frente a Sabalenka en la final de Cincinnati.
"Es una locura que nos volvamos a ver en una final", dijo Pegula el jueves. "Aryna ya mostró lo dura que es. Posiblemente es la favorita para ganar el trofeo, pero ojalá yo pueda tener una revancha", comentó.
A sus 30 años, la estadounidense disfrutará de una final de Grand Slam en casa como premio al esfuerzo de una carrera que fue vista con suspicacias por el sostén económico de su padre, el magnate Terry Pegula, dueño de una fortuna estimada en 7.700 millones de dólares y propietario de los Buffalo Bills de la NFL.