“México no solamente es fútbol, en Clavados somos los mejores del mundo. ¡Apoyen!”, dijo sonriente Osmar Olvera en un mensaje grabado en video mientras mostraba con orgullo la medalla de oro que había obtenido en el Mundial de Natación de Singapur 2025, desde el trampolín de tres metros.
Esa sonrisa, de la que todo el país quedó cautivado el año pasado en París 2024, gracias a una actuación sobresaliente que le valió quedarse con dos medallas (una de plata y otra de bronce), volvió a sacudir el orgullo nacional con una actuación extraordinaria con un primer lugar que dejó atrás a dos monstruos oriundos de China.
Tras obtener 529.55 puntos en total, Olvera se dirigió al podio donde se subió al escalón más alto, mientras sus dos competidores de China le aplaudían desde el segundo y tercer puesto. Esa imagen sirvió para dimensionar lo que el mexicano había logrado al vencer a Yuan Cao (seis veces medallista olímpico y once veces medallista mundial) y a Zongyuan Wang (cuatro veces medallista olímpico y nueve veces campeón del mundo).
Después de esa escena, en la memoria colectiva del país quedará para siempre su sexto y último clavado, de 3.9 grado de dificultad, que provocó un júbilo en la alberca tras una entrada al agua perfecta y limpia con la que confirmó su estatus como el mejor clavadista en la historia del país, todavía con una futuro prometedor por delante.
“Osmar empezó a los cuatro años, a los ocho ya estaba en el alto rendimiento. Sacrificó pasar las noches con su mamá”, contó en una entrevista Sergio Olvera, papá de Osmar, quien recalcó que su hijo nunca ha sentido una presión ni una visión de sacrificar algo de su vida. Desde muy pequeño, contó el padre orgulloso, su hijo le avisó que dedicarse a los clavados era un motivo de diversión para él.
Una visión rara e inusual en un país en el que basa parte de su idiosincrasia en una visión conservadora y nada arrogante de conducirse por la vida. En el que la presión en el deporte profesional, suele pesar en el momento adecuado, cuando la gloria está al alcance de las manos.
Toda disciplina atlética en México tiene episodios desgarradores en los que quedan preguntas al aire para la eternidad. Cuestionamientos sobre un episodio fatal que derrumbó para siempre el júbilo nacional listo para explotar. Casi siempre, entre otros factores, esos momentos tienen de preámbulo de duda, un titubeo y un parpadeo desde la mexicaneidad de siempre.
Pero, lejos de ese estigma, Olvera está construyendo un camino distinto. Uno que invita, a todo aquel que lo quiera seguir y adoptar, a convivir con la presión del alto rendimiento de una manera saludable y proactiva para construir una historia de inspiración como la que va dejando cada vez que todo un país lo ve saltar del trampolín.
Este viernes, muy de madrugada, los mexicanos supieron que su himno, del que tanto sienten orgullo, sonó en un centro acuático de Singapur, gracias a un chamaco de 21 años que no puede ni quiere dejar de sonreír. Un escuincle que ha decidido, porque sí, divertirse haciendo lo que mas le gusta: historia. Un legado que el país, más allá de los límites deportivos, habrá de agradecer para toda la vida.