Los boxeadores libios ya no están contra las cuerdas tras quedar KO en la época de Gadafi

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Los boxeadores libios ya no están contra las cuerdas tras quedar KO en la época de Gadafi
Los boxeadores libios se vuelven a levantar tras estar KO en la época de Gadafi
Los boxeadores libios se vuelven a levantar tras estar KO en la época de GadafiAFP
En una vieja imagen en blanco y negro, un boxeador posa en pantalón corto y camiseta de tirantes. Es Omar Zlitni, antes de que este deporte que lleva "en la sangre" fuera prohibido en Libia bajo la dictadura de Gadafi.

Este hombre amable de 63 años muestra con orgullo la fotografía en la pantalla de su teléfono móvil. En 1979, cuando solo tenía 19 años, Muamar Gadafi prohibió el boxeo, la lucha y, en la práctica, todo deporte de combate.

Han pasado muchos años, pero el rostro de este hombre todavía se enfurece al pensar en ese momento. "Frustración, tanta frustración. ¡Tenía sueños!", lamenta Zlitni en Trípoli.

"Éramos todo un grupo. Teníamos que ir a competir en Italia. Y después, de repente, lo prohibieron. ¿Por qué?", se pregunta todavía.

"Era la amistad, el amor, el boxeo lo representaba todo", recuerda emocionado. Pero cuando llegó la prohibición, "cada uno se fue por su lado".

Oficialmente, el deporte se consideraba demasiado violento en la dictadura de Gadafi, un régimen acusado durante más de 40 años de las peores atrocidades: terrorismo, tortura, masacres de civiles, asesinatos.

Pero para los libios, el antiguo dictador, obsesionado por el culto a su personalidad, recelaba de los deportes individuales porque podían hacer emerger héroes que le hicieran sombra.

Tras la revolución de 2011, que desencadenó la caída y muerte de Gadafi, Omar Zlitni se reencontró con sus viejos amigos. Juntos resucitaron el boxeo y restablecieron la federación nacional.

Desde entonces, los boxeadores libios han brillado en distintas competiciones, como Malik Zinad, convertido en un icono nacional.

"Llevar la bandera de Libia"

En medio de un terreno baldío de la capital, bajo el techo de tela de una granja, un grupo de jóvenes se enfrentan en un "ring" viejo y polvoriento.

Todos aspiran a ser seleccionados en el equipo nacional que participará en las clasificaciones africanas para los Juegos Olímpicos de París en 2024.

Convertido en entrenador, Omar Zlitni lamenta la falta de apoyo de los poderes públicos y los equipos rudimentarios que él y otros deportistas jubilados tuvieron que pagar de su propio bolsillo.

Pero el exboxeador exprime su "alegría" de ver a tantos jóvenes practicar libremente su pasión y "llevar la bandera de Libia" pos-Gadafi en cuadriláteros extranjeros.

"¡Bloquea!", "¡dale!", "¡otro!", van gritando los decenas de aficionados instalados en sillas de plástico mientras un luchador encadena los golpes contra su rival.

Entre la multitud destaca un rostro femenino, el de Mountaha Touhami, raro ejemplo de boxeadora en este país musulmán muy conservador.

A sus 25 años, esta "amante del deporte" cuenta el ánimo infundido por su padre quien, de más joven, se exilió a Estados Unidos. Pero, a diferencia de su hermano que pudo entrenarse con compañeros, ella debe a menudo conformarse con la pelota de entrenamiento.

"Entre las chicas de mi generación, no sabíamos que otras practicaban (boxeo) por su lado", explica la atleta. "Incluso aquí están sorprendidos de ver a una mujer. Pero el hecho de ser mujer, niña o adulta, no impide hacer deporte".

"Perseverancia y paciencia"

Desde 2011 han aparecido otros deportes de combate. Apasionado del kick-boxing y el boxeo tailandés, Omar Bouhwiyah se entrena sobre el suelo de espuma de un moderno gimnasio de Trípoli.

Con guantes y los pantalones con los colores de Libia, trabaja sus abdominales con fuertes puñetazos y patadas a una pelota de entrenamiento, una imagen que comparte con sus 14.000 seguidores en Instagram.

En 2013, este aficionado a las películas de acción llegó "por casualidad" a un grupo de Facebook dedicado al kick-boxing en Bengasi (este), su ciudad natal.

"Este deporte me permitió tener más confianza en mí, expulsar las energías negativas, tener un sentido de la responsabilidad, socializarme más", asegura el atleta de 29 años, campeón de varias competiciones locales y regionales.

Debido al retraso respecto a los países vecinos, "nuestro nivel es todavía bajo", reconoce. Pero "la perseverancia y la paciencia" de los últimos años ha permitido ya "romper los prejuicios" sobre los libios.

Omar Bouhwiyah incluso sueña en convertirse en campeón del mundo: "Nada es imposible", advierte.

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