En una jornada en donde Costa Rica superó a Japón y Marruecos a Bélgica no había cabida para más sorpresas. Menos si se trata del subcampeón del Mundo. Croacia, que empató en la primera fecha contra los africanos 0-0, consiguió un triunfo de oro contra Canadá, equipo respetable que, a base de potencia física, complicó el camino de los europeos, en especial en la primera mitad.
La previa del encuentro transcurrió entre un fuego cruzado. John Herdman, entrenador británico que clasificó a Canadá a su segunda Copa del Mundo, concretó una salida en falso. “Nos vamos a c... a Croacia". La sentencia, como era de esperarse, calentó los ánimos. Las portadas de los medios balcánicos fueron ocupadas con las palabras del director técnico que, en el campo, dejó un mensaje más fuerte aún cuando tan solo habían pasado dos minutos.
Alphonso Davies (22), cuestionado por fallar un penal contra Bélgica, marcó el primer gol de Canadá en Catar con un cabezazo. El equipo norteamericano impuso condiciones en el amanecer del encuentro y, con la potencia física como impulso, dejó a Croacia contra la espada y la pared.
Un motor sin impulso suficiente
El motor de Canadá carburó hasta el minuto 36. Correr como loco no siempre es el método más adecuado para buscar un buen resultado. El desorden de los de Herdman pasó factura cuando Kramaric (31), que ya había anotado un gol en posición antirreglamentaria, definió un disparo cruzado que venció a Borjan, portero con raíces serbias que nació en Croacia. Coincidencias que ofrece la modernidad.
Con el gol de Kramaric, el desorden de Canadá aumentó. La voluntad era palpable. El hambre, las ganas de convencer, también. El estudio y el conocimiento del rival, quizás fue el punto débil. Un nuevo error defensivo de los norteamericanos derivó en una rápida conexión croata que terminó en un ferviente disparo de Livaja (29) desde la frontal. Borjan (35) quedó en la foto. Ni siquiera alcanzó a rozar el balón.
Después de una frenética primera mitad, muchas cosas podían ocurrir en la segunda. La opción de ver a una Croacia dominante era leve. Canadá expuso un ritmo arrollador que, en consecuencia, desgastó a los suyos y los dejó sin la energía suficiente para enfrentar el tiempo restante.
El desgaste era evidente en el segundo tiempo. Kramaric, de nuevo, conectó una buena acción ofensiva croata que superó por tercera vez a Borjan en el minuto 70. La experiencia de Croacia, en esencia, fue la razón que inclinó el marcador.
La juventud de Canadá era evidente. No solo en la estadística. En la actitud, en los nervios y en el juego se sentía a un conjunto unido, con buenos ánimos en el vestuario y que aplicaba la teoría del caos para estructurar su sistema.
Croacia, en cambio, ya vivió la teoría del caos en Rusia. Francia fue un tren que le pasó por encima a los balcánicos. En Catar, el bagaje de los europeos es amplio. Sin embargo, esa veteranía no se ha renovado y, de cara a un futuro, genera dudas. El domingo, en dos minutos, Davies sacó a relucir los fallos que impulsan el transcurrir de los años.
En el último suspiro del encuentro, Canadá se veía diesmada. Majer, en el minuto 90+4, concretó el 4-1 defintivo que supone un varapalo durísimo para los norteamericanos. La diferencia de gol reduce notablemente sus opciones de avanzar.
Al final, los años le han entregado a Croacia tres puntos fundamentales que le hacen soñar con el boleto a los octavos de final. El equipo depende de sí mismo para avanzar. Canadá, por su parte, queda en una posición compleja. Necesita otros resultados y, además, superar a Marruecos, que acaba de derrotar a Bélgica.