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Mattia Caldara, obligado a retirarse con 31 años: "Adiós, fútbol, ahora vuelvo a vivir"

Mattia Caldara, en su última experiencia en Modena
Mattia Caldara, en su última experiencia en ModenaFranco Romano / NurPhoto / NurPhoto via AFP

Tras años marcados por lesiones, operaciones y recaídas, el ex de la Atalanta, Juventus y Milan pone fin a su carrera. En una carta intensa, Caldara relata el dolor, la frustración y el renacer que lo han acompañado hasta tomar la decisión definitiva.

A los 31 años, después de una trayectoria marcada por un talento indiscutible y una mala suerte implacable, Mattia Caldara baja el telón. Lo hace con una carta larga e intensa publicada en el sitio de Gianluca Di Marzio: palabras que pesan, un enfrentamiento directo y sin filtros con el dolor, la fragilidad y la búsqueda de una nueva vida.

Para él, el fútbol no terminó de golpe: se fue apagando poco a poco, entre lesiones, operaciones y recaídas, hasta ese diagnóstico médico que convirtió la esperanza en una rendición inevitable.

"Una hoja en blanco, un bolígrafo. Cierro los ojos, exhalo. Los abro de nuevo, ha llegado el momento. Querido fútbol, te saludo. He decidido dejarte. No, no ha sido fácil tomar esta decisión. Tampoco lo es escribir estas palabras. 'Querido fútbol, te saludo'. Sigo leyéndolas una y otra vez. Tal vez sea una forma de aceptarlo. De aceptarlo un poco más. Ahora he encontrado algo de tranquilidad. Pero me ha costado llegar hasta aquí. Todo empezó en julio tras una visita a un especialista: 'Mattia, ya no tienes cartílago en el tobillo. Si sigues, dentro de unos años habrá que ponerte una prótesis'. Mi cuerpo me había traicionado. Esta vez, quizá, de manera definitiva", escribe Caldara.

La caída tras el ascenso: el punto de no retorno

Caldara había alcanzado la cima justo antes de caer. Con la Atalanta se consolidó como uno de los centrales italianos más prometedores, logrando el traspaso a la Juventus, y después al Milan: una trayectoria que parecía destinada a la grandeza. Sin embargo, el destino le reservó un remolino silencioso del que nunca pudo salir.

Estadísticas de Mattia Caldara
Estadísticas de Mattia CaldaraFlashscore

"Han sido meses difíciles. Mejor dicho, años - continúa Caldara - Y no hablo solo de esta decisión, sino de mucho más. Hablo de lo que ha sido mi vida desde que mi rodilla se rompió. Todavía recuerdo el primer paso tras el choque: sentí la tierra hundirse bajo mi pie. Me derrumbé. Primero físicamente, luego mentalmente. Estaba en el mejor momento de mi carrera, y en segundos todo cambió. Con el tiempo mejoré, pero nunca volví a estar bien. Nunca más. No logré volver a ser ese Caldara. Lo intenté, pero ya no era posible.

Esta persecución de una ilusión me desgastó. Solo quería volver a ser quien fui, ser yo mismo. Retomar ese sueño que estaba viviendo y persiguiendo a la vez. Ese sueño se convirtió en una utopía. A veces, intentar alcanzar una utopía te ayuda a seguir adelante. En mi caso, me destruyó. Las expectativas propias y ajenas, esperar lo imposible, la frustración: era demasiado para mi cabeza, no estaba preparado. No he estado bien. Ya no era yo, ni siquiera con las personas que amaba.

Ya no podía caminar por la calle con la cabeza en alto. Tristeza, frustración, oscuridad. No sé si se llama depresión. Pero sé lo que sentí. Decidí soltar. No para olvidar. Decidí soltar para recuperar mi vida".

Últimas lesiones de Caldara
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"Agradecido al fútbol"

"Estoy agradecido al fútbol. Ha sido mi compañero de viaje durante 25 años. Recuerdo mi primer entrenamiento. Mi abuelo me acompañó. Llegué y me encontré frente a ese campo enorme lleno de niños. Quizá no sabía que se convertiría en mi casa. Una casa que me ha hecho la persona que soy. Mi mente vuelve a los partidos en el oratorio con los amigos, a los torneos con la Atalanta, a los viajes en moto con mi padre y a la pasta que preparaba mi madre antes de ir a jugar.

Todo siempre con y por el balón. Aunque estuve cerca de no ser futbolista. Tenía 17 años, el tendón rotuliano se lesionó. No tenía contrato aún, temía que mi sueño se desvaneciera. Pero fue diferente. El 2 de octubre de 2016 entendí que podía convertirme en Mattia Caldara. Mi primer partido como titular contra el Nápoles. Venía de años de cesiones en la Serie B. Temía que ese verano también me mandaran fuera.

Al final me quedé, viviendo momentos que hasta hacía poco eran inimaginables. Empecé a jugar y ya no salí del once. De no ser conocido por nadie, pasé a hacer entrevistas todos los días. No estaba preparado, no fue fácil acostumbrarme a ese cambio. Nadie te enseña a gestionar situaciones y presiones así".

Arrepentimiento

"Muchos equipos se interesaron por mí en esos meses. En diciembre la Juve me fichó. Y en ese momento la Juve era un mundo aparte, inalcanzable. Sin embargo, nunca llegué a jugar con la camiseta blanquinegra. Me quedé cedido en Bérgamo y fue lo mejor. No estaba listo para dar ese salto. A Turín llegué en la temporada 2018, pero sin quedarme. Venía de años jugando y allí tenía delante a Chiellini, Bonucci, Barzagli. 'Ten paciencia Mattia. Quédate aquí', me repetía Giorgio. Pero yo sabía que no iba a tener espacio. Estuve solo unas semanas, únicamente para la pretemporada. Cuando supe del interés del Milan, acepté. Mirando atrás, habría sido mejor quedarme allí.

Fui débil de mente. Me habría venido bien quedarme en un entorno como el de la Juve, aprender de esos campeones, crecer junto a ellos aunque no jugara mucho. Me faltó algo de fortaleza mental y madurez. Quizá mi carrera habría sido diferente, quién sabe. Es el mayor arrepentimiento que tengo, lo único que cambiaría si pudiera volver atrás. Los problemas físicos y todo lo que vino después no dependieron de mí. El no haberme quedado en Turín sí".

"Mattia Caldara se ha acabado"

"Llegué al Milan. Era mi gran oportunidad. En esos colores estaban mis esperanzas. Octubre, un entrenamiento como cualquier otro. Estaba corriendo y de repente sentí algo que nunca había sentido, como si alguien me hubiera disparado en el tendón. Pensé que alguien me había pisado el tobillo. Me giré a mirar: no había nadie. Recuerdo la cara de Maldini mientras estaba en la camilla. Veía la tristeza en su rostro: lo entendí todo. Meses de recuperación, en marzo estaba listo para volver al campo. Volví en la Coppa Italia contra la Lazio.

'Mattia Caldara ha vuelto'. Estaba listo para debutar en liga. Musacchio estaba sancionado, me tocaba a mí. Por fin iba a jugar en la Serie A. Cuánto había esperado ese momento. Me sentía bien. También me sentía bien en ese entrenamiento del jueves. Llevaba un año esperando ese momento. Todo terminó en segundos. Esa imagen la tengo grabada. Borini cae sobre mi rodilla. Crack. Me levanté para seguir corriendo, no podía creer que me hubiera roto otra vez. Apenas apoyé el pie, me caí al suelo. La pierna no me sostenía, mi rodilla estaba destrozada. Un sonido, un segundo, un instante. Mi alma estaba devastada. Algo cambió en mí.

Del tendón me recuperé, la rodilla era otra cosa. Lo sentía. 'No volveré a ser el de antes'. Una página de mi vida se cerró para siempre. Yo aún no lo sabía. Esa semana mi vida cambió. Cambió para siempre. Mi cabeza no estaba preparada para soportar las consecuencias. 'Mattia Caldara se ha acabado'.

Comienzo del calvario

"El inicio de mi calvario. Comenzaba una nueva etapa en mi vida. Una etapa oscura que solo terminaría años después. En medio, un tendón rotuliano roto y el problema de cartílago en el tobillo que me obligó a dejarlo. Pero todo cambió con esa lesión de rodilla. En ese entrenamiento, una parte de mí murió para siempre. Se puso fin a páginas que podría haber escrito. Páginas que quedaron vacías, empapadas de lágrimas y frustración. Pasas la vida detrás de un balón. Y basta una lesión para borrar todo. Cada día se vuelve igual, lleno de dolor, dudas e incertidumbre. De vivir, pasas a sobrevivir. Sobrevivir con una presencia constante, pesada y oscura. De querer volver a tu mejor nivel a conformarte con niveles aceptables y compatibles con el dolor. Un crack. Mi mundo se vino abajo.

'¿Cuándo acabará todo esto? ¿Cuándo tendré algo de paz?'. El malestar mental no es fácil de explicar con palabras. Hasta que no lo vives, no sabes cómo es ni sus efectos. Es como un velo. Invisible, pero capaz de oprimirte. Desde fuera no se ve, solo se notan las consecuencias. Y, con su silencio ensordecedor, poco a poco te cambia. Te nubla los pensamientos, te hace perder claridad, te crea una burbuja en la que quedas encerrado y de la que eres prisionero. Nuevas realidades, nuevas reglas, nuevas lógicas. Así fue para mí.

Un mundo de malestar en el que creía estar bien. Tratamientos, terapias y entrenamientos constantes. Tener que gestionarse. La cabeza, durante los partidos, solo pensaba en no lesionarse. Fingir estar bien. Así durante años. Pensamientos que iban y venían sin control en mi mente. Cada día. Cada mañana. 'Tienes que volver a ser el Caldara de la Atalanta'. 'Sigue trabajando, tienes que hacerlo'. '¿Pero Caldara cuándo vuelve?'. '¿Dónde está Caldara?'. Frases, voces, dudas. La cabeza llena, los pensamientos aumentaban. Incesantes, agotadores. Y yo quería demostrar que seguía ahí. Demostrarlo al mundo del fútbol, a compañeros y entrenadores, a mis seres queridos, a mí mismo. Expectativas, expectativas, expectativas".

"Ya no podía caminar por la calle con la cabeza en alto. Me miraba al espejo y no me reconocía. La ligereza y la despreocupación ya no eran parte de mí. Y cuando vives situaciones así, no solo te haces daño a ti, también a quienes tienes cerca. Los apagas. Los contaminas con tu malestar. Dejan de estar bien. Y la responsabilidad es tuya. Eso me pasó a mí. Durante meses, incluso años, estuve centrado solo en mí y en lo que debía hacer. Me creé mi propio mundo, una burbuja hecha solo de mí, de mis necesidades, mis problemas, mis ilusiones. Mi esposa y mis padres tenían miedo de preguntarme cómo estaba por temor a mi reacción. No era yo.

Me olvidé de quienes estaban a mi lado y me querían, y no me daba cuenta. Hasta ese día. 'No te reconozco, ya no eres tú'. Las palabras de mi esposa siguen resonando fuerte en mí. Mi padre también me lo confesó. Estaban preocupados por mí. Lo veía en sus ojos. Ya no podía ser para ellos quien siempre fui. Una sensación que me mataba. Con el tiempo entendí el daño que causé. Me invadió un profundo sentimiento de culpa. Estuve a punto de destruir lo que en el fondo es la esencia de la vida: el amor y la familia".

La visita decisiva y el adiós

"Julio de 2025. Nueva visita a un especialista. La primera que hice junto a mi esposa. Estábamos sentados frente al doctor. 'Mattia'. Un momento de silencio. 'Ya no tienes cartílago en el tobillo. Si sigues, dentro de unos años habrá que ponerte una prótesis'. El silencio se hizo más largo e intenso. ¿Sabéis cuando os dicen algo que ya sabéis pero que nunca queréis escuchar? Fue como chocar contra la realidad. ¿Era realmente el final? ¿De verdad estaba cerrando esa página de mi vida que había empezado de niño? Por dentro aún no podía aceptarlo. Seguí entrenando. Estaba recuperándome de un problema en el aductor.

Hasta finales de agosto seguí entrenando con la idea de prepararme para una nueva temporada. Por dentro esperaba que llegara una llamada. Yo seguía corriendo con dolor. A finales de agosto me pusieron unas inyecciones de Trt, es decir, de testosterona. 'Mattia, la aguja no pasa, no hay espacio entre la tibia y el pie. Decide tú, pero si sigues así tendré que ponerte la prótesis'. En ese momento lo decidí. Me convencí. '¿Para qué seguir?'.

Estaba en esa situación aunque había corrido mucho menos de lo que habría hecho en una pretemporada con un equipo. '¿Qué sentido tiene todo esto?'. Era el momento de decir basta. Basta al fútbol y, sobre todo, al sufrimiento y al vacío que me acompañaban desde hacía años. Años en los que me escondí de mí mismo. He retomado mi vida. Estoy recuperando lo que perdí. Aunque, a veces, perderse sirve. Sirve para encontrarse desde otra perspectiva y con otra conciencia. Es bonito. Me he prometido valorar cada momento y lo que tengo. La vida puede cambiarte en un segundo. Quiero ser agradecido.

Y al fútbol solo puedo darle las gracias. Es cierto, me ha hecho sufrir. Pero también el dolor enseña. He decidido despedirme. Lo hago por primera vez con esta carta. Adiós fútbol, estoy listo para decirte adiós. Ya lo he hecho. Me siento más ligero. Me siento libre de ser yo mismo, por fin. Dejo el bolígrafo sobre la mesa. Puedo levantarme de esta silla y empezar a caminar. El telón se baja. Ahora, en el campo, está Mattia".