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Efraín Juárez: un oráculo en medio de la escasez de entrenadores mexicanos

Efraín Juárez besa su último trofeo con Atlético Nacional.
Efraín Juárez besa su último trofeo con Atlético Nacional.JAIME SALDARRIAGA / AFP
Alejado de los vicios de la idiosincrasia mexicana y con el hambre que sólo provoca el querer trascender, Efraín Juárez ganó dos títulos en menos de seis meses con el Atlético Nacional, el equipo más grande de Colombia. Y lo hizo tras el rechazo generalizado y después de superar diversos obstáculos; tal como lo ha hecho durante toda su carrera.

El fútbol suele ser injusto para los que no terminan apareciendo en las tablas métricas de las estadísticas. Karim Benzema, jugador del Real Madrid, aseguró un día, ante la narrativa de que su cantidad de goles había disminuido de un año a otro, que él jugaba para los que sabían de fútbol y no para los que se limitan a ver resúmenes de goles. 

Y es que, como en la vida, las grandes historias en el fútbol también se encuentran a la sombra de una anotación o una jugada memorable que pueda perdurar con el tiempo. Con el perdón del gran Diego Armando Maradona, no todo tiene y debe ser blanco y negro: en los grises también hay mucho que contar.

Un espíritu indomable

Efraín Juárez, el exfutbolista profesional mexicano que en menos de seis meses ha puesto de cabeza a Colombia con su Atlético Nacional, es gran prueba de ello. El país ya había visto su pundonor y su gran capacidad atlética que lo hizo ser campeón del mundo sub-17 y ser jugador de exportación europea, pero el nacido en Ciudad de México le mostró a todos que su voracidad también era de mente. 

Hay dos goles memorables en el camino de la selección mexicana en la eliminatoria al Mundial de Sudáfrica 2010: el gol de Guillermo Franco en San José y el de Miguel Sabah en la cancha del Estadio Azteca frente a Estados Unidos. Esas dos anotaciones provocaron gritos estruendosos y apasionados de un país que todavía no comenzaba a decantarse por su representativo nacional y que en ese momento representaron un gran alivio ante momentos complicados. 

Pero, aunque en la estadística y en la memoria colectiva aparecen sólo los anotadores de esos goles, en los dos sucesos Juárez fue vital desde sus ganas para ir siempre adelante, con el pundonor de pocos y con la calidad que mostró desde joven. 

En San José, cuando todos estaban cansados a mitad del segundo tiempo, el canterano de Pumas ganó una pelota para arriba y comenzó a toda velocidad una contra que provocaría el 0-2 parcial. En la cancha del Azteca, bajo el sol apabullante de media tarde, encaró al lateral izquierdo estadounidense y enfiló hacia el área. Antes de que la pelota saliera metió un pase diagonal que aprovechó Sabah para provocar uno de los últimos momentos de más júbilo en la historia del Tri. 

Esas dos acciones, repletas de garra, lucha y júbilo, definen perfectamente lo que es Efraín Juárez como ser humano. Cuando no pudo quedarse en el FC Barcelona, que se había interesado en él tras el Mundial Sub-17 de Perú conquistado por México, el canterano de Pumas pudo debutar en Primera con el equipo universitario. Pero, lejos de conformarse con la comodidad mexicana, Efra aceptó la oferta del Celtic de Glasgow. Una rareza para un fichaje nacional; una muestra de lo que ese joven tenía como misión de vida. 

Porque Juárez entendió pronto las benevolencias de su profesión. Sí, el dinero era importante, pero cultivar la mente es único. En todo su periplo europeo, primero en Escocia, luego en España y años después en Noruega, Efra decidió entregarlo todo por el juego más bello del mundo y honrar a la pelota con su pasión.

El banquillo, su destino

Al poco tiempo tuvo claro que iba a ser entrenador, pero, como pasa con los jugadores nacionales, se encontró con una escasa cultura de formación y con el malinchismo de los directivos que prefieren casi siempre optar por alguien de fuera. Y aunque su carrera y sus contactos le podrían haber dado la mano para adentrarse en el mercado mexicano, como en los partidos en San José y en el Azteca, Efraín quería trascender y comenzó un periplo de aprendizaje silencioso

Mientras la liga mexicana deambulaba entre la presión de no generar el dinero de siempre debido a la Covid-19, Juárez se convirtió en asistente de Ronny Deila en el New York City Football. Delia, considerado como una mente maestra táctica del juego debido a sus diversas formas de encarar un partido, había sido su entrenador en el Valerenga de Noruega, su último club como profesional. El mexicano supo que lo que iba a aprender junto a él era algo que no iba a encontrar en México.

Su lealtad a Delia fue tal que también actúo como su asistente en el Standard de Lieja y el Brujas de Bélgica. Pero tras cuatro años, Efra supo que el momento había llegado. Que el fuego sagrado que sentía dentro de sí le obligaba a seguir escalando en su apasionada búsqueda de gloria. 

Tras alejarse de Delia en marzo de 2024, Efraín hizo lo que mejor sabe hacer: fue hacia adelante y se mostró ante todo el que lo quiso escuchar. Pronto, una oportunidad poco habitual para un mexicano se le presentaría. Y, así como no dudó en aceptar ser en su momento futbolista del Celtic de Escocia, tampoco lo haría para convertirse en entrenador de un grande de Colombia: el Atlético nacional.

Levantando un coloso

El Verdolaga tiene una de las historias más preponderantes en el fútbol sudamericano. Es el equipo más laureado del país y sus dos Copas Libertadores son una prueba de su grandeza. Sin embargo, en marzo de este año, al mismo tiempo que Efra decidía iniciar su carrera como entrenador, el gigante colombiano despedía al entrenador uruguayo Pablo Repetto, tras inconsistencias en el estilo de juego y los puntos conseguidos por debajo de la expectativa general.

Pero, aunque la hinchada sabía que era un necesario un cambio, cuando el presidente del club, Sebastián Arango Botero, presentó a un desconocido Efraín Juárez se desató un maremoto de críticas. Algunas tan severas que rayaron en lo xenófobo. Pero las constructivas, las que se basaron en el juego, lamentaban lo que creían que era el final de las promesas de mejores tiempos para el equipo. 

Cuatro meses después, Efra logró dos títulos (una Copa y el Finalización 2024) que lo colocan ya entre los grandes entrenadores del club. En medio de ese corto periplo, el mexicano fue ganando adeptos, cambiando severas opiniones y hasta supero la ridícula idea de suspenderlo varios años por lo que muchos puristas consideraron un festejo desmedido. 

Pero, para ser justos con el camino recorrido, ese que está fuera de toda estadística y los grises de la vida donde personas como Efra construyen un mundo entero, quedará para el recuerdo perpetuo la conferencia de prensa de su presentación y su mensaje lleno de sinceridad y pasión: "Sé de donde vengo y donde estoy parado. Que recuerden los hinchas que les vamos a dar muchas alegrías. No vengo a pasar el tiempo, créanme. No dejé a mi familia a 12,000 kilómetros para ver qué pasa aquí. No dejé a mis hijos llorando para ver qué pasaba aquí", dijo y, de tan enojados que estaban, casi ningún hincha lo escuchó. 

El domingo pasado, tras la vuelta de la definición del Finalización 2024 en el Atanasio Girardot de Medellín, donde se consagró campeón del fútbol colombiano, Efra ondeó la bandera mexicana, se bebió todo el aguardiente que le pusieron enfrente y se enfundó en un abrazo con toda su familia. Un premio merecido a la pasión de siempre, pero también a la preparación, el esfuerzo y a la capacitación constante de un señor entrenador que le ha puesto el ejemplo a todos en México.