La leyenda cuenta que Quetzalcóatl, la deidad mesoamericana y figura predominante del pasado prehispánico de México, fundó la ciudad de Tula, en el estado mexicano de Hidalgo, y desde su profunda sabiduría, le dio una prosperidad predominante que marcaría a un país orgulloso de sus raíces.
El vestigio de la grandiosa “Serpiente emplumada” sigue vigente en la actualidad en la ciudad de Tula, donde sus poco más de 30,000 habitantes conviven a diario con su herencia ancestral prehispánica y con zonas arqueológicas llenas de turistas y contadores de historias. En ese vaivén originado por Quetzalcóatl, una figura legendaria vinculada a la creación pura, nació Elías Montiel.
Cuando eran niño, mientras el pueblo veía desfilar a los turistas atraídos por lo que un día construyeron, principalmente, los toltecas y entre los olores de las cocinas de las casas con sus escamoles en el comal y los mixiotes de borrego calentándose en las ollas, Montiel se llenaba de tierra el cuerpo pateando una pelota en campos duros llenos de piedras grandes.
Con la cara tapizada de tierra húmeda y los zapatos polvorientos, Montiel supo que marcaba una diferencia abismal con los niños de su edad e incluso con personas más grandes que lo invitaban a jugar en ligas dominicales. Fue entonces cuando el sueño de ser futbolista profesional le quedó cortó y empezó a soñar con jugar en grandes estadios de Europa.
Contagiado por lo que el fútbol mexicano vivía durante los primeros años del nuevo milenio, cuando los jugadores profesionales del país anhelaban dar el salto a las mejores ligas del mundo, Montiel quedó atrapado para siempre con la selección nacional de Sudáfrica 2010 con Giovani dos Santos, Carlos Vela, Javier Hernández y Rafael Márquez como principales baluartes y reafirmó su deseo de ser uno de ellos.
Su destino comenzó a definirse a los 10 años, durante una tarde cualquiera en el campo de tierra, cuando Cesáreo Acosta, visor de Pachuca, equipo preponderante de la región, lo detectó y supo de inmediato que estaba ante un futbolista distinto. La semana de prueba en las instalaciones de los Tuzos fue un mero trámite y, sin dudarlo, dejó su pueblo natal para formar parte de las fuerzas básicas de uno de los equipos que mejor trabaja con jóvenes.
En ese contexto, Montiel fue quemando etapas gracias a su increíble temple en plena adolescencia y su visión para crear juego. Desde sus pies ávidos por generar espacios y pases donde otros los veían, el joven fue encaminándose a un debut esperado que puso de pie y a llorar de emoción a todo su pueblo.
El 10 de julio de 2023, con 17 años, Montiel hizo su aparición en la Liga MX y, desde entonces, ha superado cualquier expectativa por más alta que pudiera ser. Su confianza con la pelota captó la atención mundial en la Copa intercontinental, justa a la que Pachuca llegó a la final frente al Real Madrid y donde se consagró como el tercer mejor futbolista del torneo. La foto con la bota de bronce junto a los madridistas Vinicius Jr. y Federico Valverde marcó un augurio de lo que sin duda será su vida.
Una expectativa que se consolidó este miércoles en el Mundial de Clubes, en el doloroso debut Tuzo ante el Salzburgo de Austria, cuando Montiel se consolidó como el armador sin competencia del Pachuca. Con la cabeza levantada y la pelota bien pegada a los pies, el joven mexicano recalcó su estatus de distinto y, por si alguien tenía dudas, dejó establecido el siguiente mantra a alcanzar en su carrera profesional: jugar en Europa.
Esta noche, en medio del desazón por la derrota del Pachuca, Tula volvió a ponerse de pie y a emocionarse con su hijo pródigo que, con la pelota de por medio, le rinde homenaje al fundador mitológico del pueblo, del que heredó la sabiduría y la capacidad creadora para volverse inolvidable.