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El Cruz Azul de Vicente Sánchez: práctico y eficaz

El Cruz Azul de Vicente Sánchez: práctico y eficaz
El Cruz Azul de Vicente Sánchez: práctico y eficazCARL DE SOUZA / AFP
Todavía hay aficionados de Cruz Azul que recuerdan la forma vistosa de jugar que tenía su equipo con Martín Anselmi. Sin embargo, incluso ellos, que preponderan las formas, han terminado de rendirse ante Vicente Sánchez y su forma práctica de ganar.

Vicente Sánchez arribó a la Noria con una idea clara de lo que quería hacer con un Cruz Azul dolido y confundido que deambulaba entre otra de las crisis institucionales que ha sabido sortear en su historia. 

Mientras la prensa y la propia afición cementera lo veían como un interino hasta que la directiva encontrara un entrenador de renombre, el uruguayo sabía, tal vez mejor que todos los involucrados, la oportunidad única que significaba dirigir a un grande del fútbol mexicano. 

En medio de un ambiente tenso por la partida fugaz y dolorosa de Martín Anselmi, quien tuvo que irse de noche y casi sin hacer ruido rumbo a Portugal para dirigir al Porto, Sánchez hizo lo mismo que hacía cuando era un futbolista. 

Jugador ágil de regate corto y veloz, Sánchez marcó una época con el Toluca de Cardozo gracias a su habilidad para sacar provecho a los espacios que tenía y confiando en su gran habilidad en el uno contra uno. 

Ya como entrenador, Vicente dejó que la prensa y su linchamiento mediático contra Anselmi acapararan portadas y debates, mientras él, con el poco espacio que tenía para maniobrar, se encerró con el plantel profesional para avisarles una sola cosa: él había llegado para ganar y no para quedarse en la orilla como un recuerdo estético. 

El arte de atacar y defender 

Martín Anselmi arribó a México con una reputación ganada en Sudamérica de ser un técnico intenso, amante de la pelota y con la mirada siempre en el arco rival. Una forma que supo plantar en un plantel receptivo como el de Cruz Azul que en poco tiempo se convirtió en un equipo por el que se paga con gusto para verlo jugar. 

Esa postura rindió frutos en temporada regular, donde Cruz Azul tuvo pocos rivales a su altura. Sin embargo, Anselmi nunca pudo superar el sistema frenético de la liguilla mexicana, donde todo se juega en 180 minutos. Incapaz de escapar a su fundamentalismo, a la par de su manera vistosa de jugar también quedaron para el recuerdo dolorosas derrotas frente a un América con mucho pragmatismo. 

Consciente de ello, Sánchez —con su idiosincrasia uruguaya— se propuso implantar en su equipo una idea básica desde los inicios del fútbol: hay que atacar y defender. Contrario a Anselmi, el Cruz Azul de Sánchez comenzó a ser pragmático y, para sorpresa de muchos, a defender sin pelota cuando el partido lo requería. 

Tal vez el momento cumbre de esa filosofía se dio el pasado jueves, ya con tres partidos sin perder contra América durante esta temporada, cuando Cruz Azul se quedó con un hombre menos faltando media hora de juego y ganando el partido. Y aunque el pasado del equipo provoco temor en más de un aficionado, Sánchez ni se inmutó. 

Como lo hizo Anselmi en temporada regular, fue asombroso ver a La Máquina de Sánchez comportarse a la altura, como un equipo inteligente, pragmático y eficaz, cuando tuvo que ceder a la idea de atacar y preponderar el orden defensivo sin pelota, pero con los dientes bien apretados. 

Un mérito completo del uruguayo que sabe que el próximo domingo le basta con un empate para poner a Cruz Azul en una final, pero sobre todo para eliminar un fantasma de más de dos décadas: la última vez que La Máquina eliminó al América de una liguilla fue en 1999. Una misión apetitosa para un técnico que entendió desde el primer minuto la gran oportunidad que significa dirigir a un grande.