Hay pocos futbolistas en la historia del fútbol mexicano a los que realmente se les pueda poner sin causar polémica alguna el mote de crack. Dos de ellos nacieron y se formaron en las afamadas fuerzas básicas del Atlas de Guadalajara: Rafael Márquez y Andrés Guardado, un par jerárquico que supo jugar, cada uno, cinco Mundiales.
A la par de su buena reputación para captar y forjar talentos de gran peso, el Atlas también presume de la pasión de su gente, muchas veces ciega y desenfrenada, de la que se ha aferrado durante muchos años ante la ausencia de títulos deportivos para festejar. Pero, a pesar de la falta de logros en la cancha, ese contexto de su gente y su cantera lo han consolidado como un equipo preponderante de la Liga MX.
Por eso, en 2013, cuando la desafiliación y desaparición del equipo estaba latente debido a sus serios problemas existenciales y económicos, el Grupo Salinas de la Ciudad de México decidió comprar al Atlas pagando 500 millones de pesos (unos 25 millones de dólares), eliminando para siempre la condición de club social que había mantenido en poco más de 100 año de historia.
Y aunque el Grupo Salinas, propiedad de Ricardo Salinas Pliego —un empresario que no ha tenido empacho en decir que el fútbol para él es un simple negocio y que alguna vez vendió al icónico Morelia sin importar tradición alguna—, invirtió para tratar de tener un equipo competitivo, los resultados ni los campeonatos llegaron.
Cansado que el equipo le representara más pérdidas que ganancias económicas, el consorcio de Salinas Pliego se deshizo del equipo en 2019 al vendérselo al empresario Alejandro Irarragorri, quien ya era propietario del Santos de Torreón, instalando nuevamente la inequitativa multipropiedad en el fútbol mexicano.
A pesar de la polémica compra y con el aval de la codicia de los directivos, el recién creado Grupo Orlegui transformó para siempre al club rojinegro. Además de modernizar la organización con la creación de la Academia Ara, instalaciones que serán utilizadas en el Mundial 2026 debido a su increíble infraestructura, Irarragorri también terminó con una sequía de más de 70 años sin título con un bicampeonato inolvidable para todos los rojinegros.
No obstante, y a pesar de esos sendos triunfos deportivos, la atención del grupo al equipo de Jalisco terminó diluyéndose, mientras los problemas legales de Irarragorri se iban a acumulando. En abril pasado, el empresario fue declarado como prófugo de la justicia tras n presentarse a una audiencia luego de que fuera acusado por defraudar al fisco por 17 millones de pasos (casi un millón de dólares).
Ese panorama adverso, junto al objetivo de la Federación Mexicana de Fútbol para atenerse al mandato de la FIFA y eliminar la multipropiedad para siempre, sirvió de pretexto para que Grupo Orlegui se decidiera a vender al Atlas y quedarse sólo Santos. "Orlegi Sports ha iniciado un proceso para explorar una transición planificada y estructurada en la operación de Atlas FC, con el objetivo de asegurar un crecimiento continuo bajo un grupo que entiende la relevancia, el contexto y el potencial del club, tanto en términos deportivos como sociales”, dijo el grupo en un comunicado.
Se espera que el proceso de venta dure entre seis y un año y que Grupo Orlegui reciba unos 250 millones de dólares en total. Hasta la fecha no existen potenciales compradores, mientras la gente de Atlas y su pasión está a la deriva por el miedo de que la tradicional falta de escrúpulos de los directivos mexicanos decida desaparecer al equipo y mudarlo de ciudad. Una incertidumbre que un club de tanta tradición en México no se merece.