Ante el Cádiz cumplió una cifra redonda, que dice mucho de la regularidad que ha mostrado desde su llegada a San Sebastián cuando apenas había cumplido la mayoría de edad. 

"Es un orgullo. Si se lo dices al joven que llegó con 18 años, no se lo podía imaginar. Estaba el objetivo de debutar con la Real, pero que siga aumentando (el número de partidos)". 

Echando la vista atrás, Le Normand se acuerda de su debut. "¿El primer partido? Mucha presión porque trabajé duro para debutar, pero luego lo tienes que hacer bien para el equipo. Me acuerdo que el entrenador me lo había dicho el día anterior, por la noche visualicé el partido y cuando llegó la hora, tenía mucha tensión, pero hubo compañeros que me tranquilizaron, que me dijeron que confiaban en mí y que lo hiciera como en los entrenamientos. Perdimos, pero creo que jugué bastante bien". 

Pero si hay un encuentro que tenga grabado a fuego en su pecho ese es el de un duelo ante el eterno rival, el Athletic de Bilbao, con un título en juego. "La final de la Copa del Rey, por todo lo que representa al club y a la afición ganar al rival, me lo llevaré toda la vida". 

200 partidos no es nada fácil de cumplir. Y menos aún en un equipo que ha ido subiendo su nivel temporada a temporada. Pero ahí siguen Le Normand y sus compañeros, con ambición. "Habla muy bien del trabajo que se está haciendo, que podemos aspirar a muchas cosas, hay que ser ambiciosos. Ahí es donde queremos ir, a competir en Champins y en Copa, intentar entrar en Europa otra vez. Tampoco podemos creer que somos más de lo que somos, hay que ser humildes". 

Dentro de esa humildad, el hispanofrancés considera que mucho de los conseguido en su carrera se lo debe, especialmente, a su entrenador. "Hay un camino bonito, inesperado, pero con mucho trabajo. Gracias a todos mis compañeros, a mi familia, representantes, y a Imanol, que es el entrenador que tengo desde el primer minuto y sabe como pocos cómo funciono y que sigue exigiéndome como nadie".