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Jorge Fossati es despedido de la selección peruana sin revertir la crisis de la 'bicolor'

Jorge Fossati
Jorge FossatiPhoto by ALEJANDRO PAGNI / AFP
Luego de nueve partidos oficiales (un triunfo, tres empates y cinco derrotas), Jorge Fossati dejó de ser el técnico de la selección peruana. Un análisis a su corto proceso.

Cuando tomó el mando, en enero de 2024, era el técnico campeón del fútbol peruano. Su currículum era muy amplio y tenía el plus de haber dirigido antes a selecciones. Y en su pizarra tenía marcado un sistema viejo pero exitoso: el 3-5-2 / 5-3-2. Además contaba con la gran aceptación de la prensa peruana que gritaban al cielo que la selección peruana “necesitaba su experiencia” para salir del hoyo en el que había caído con el seleccionador saliente Juan Reynoso. 

Sin embargo, la crisis siguió su curso: Perú continuó siendo un equipo que no se impone, sin gol y con ningún futbolista en estado de gracia. Fossati dirigió seis partidos en Eliminatorias e hizo cinco puntos, tres en Copa América y sumó solo uno, cuatro amistosos y ganó tres. 

¿Qué ocurrió para que el estratega uruguayo haya tenido apenas un proceso de un año con la Bicolor? No hay, por supuesto, ninguna explicación científica. Quizá estadística: Perú se ubica en el último lugar de las Eliminatorias, tiene apenas dos jugadores en las 5 ligas top del mundo (Lapadula Italia y Tapia en España) y llega al final de año con el peor registro goleador de las últimas décadas. Estos números generan desconfianza y dejan ver las costuras de cualquier proceso. 

Hace casi un año, cuando el ciclo Reynoso cayó, el técnico uruguayo tenía un modelo diario que se sostenía cada domingo, jugadores reconvertidos sin ego de mundialistas y su estilo, más paternalista que estratégico, más seductor que pragmático, parecía lo urgente en un plantel golpeado desde el ánimo. La U funcionó por plantel con brío y por tiempo de trabajo, eso que en la selección no tuvo. No fue magia.

Pero Fossati tuvo pequeñas derrotas que fueron destruyendo el muro que construyó en el fútbol peruano al mando de la ‘U’. La primera caída no fue solo futbolística: la reconstrucción de Christian Cueva, destruido por una lesión y por sus públicos excesos, era una de las piedras fundamentales donde iba a construirse “la nueva selección”. Sus argumentos eran polémicos, pero decidió llevarlo a la Copa América pese a que llevaba casi un año con una lesión en la rodilla. Y Cueva devolvió el respaldo con chispazos, 60 días posteriores sin tener club, un escándalo mediático con su esposa y otros excesos. 

La segunda derrota sí fue futbolística: su inflexible 3-5-2 que obligó, entre otras cosas, a que los futbolistas jóvenes con mejor presente en el extranjero no tengan sitio -Grimaldo o Reyna, que nunca alcanzaron los estándares de su gps-, o que la búsqueda en ese páramo que es la Liga 1 obligue a utilizar a Luis Advíncula como extremo por izquierda, o que el minucioso conocimiento del plantel de la U campeón 2023 lo encadene a convocatorias polémicas que, comparadas con otras posiciones, contradigan su propio filtro.

En el medio, la relación con Renato Tapia, el capitán del futuro, quedó dañada desde el viaje a la Copa América. El entorno del futbolista, quizá el único con regularidad en una liga de élite como la española, nunca se sintió cómodo con Fossati, su estilo, su forma de trabajar. 

Fossati se irá al final de la Eliminatoria, pensábamos, pero ni siquiera llegó al verano del 2025: en estos días se despedirá del plantel y nada más. Solo dejará, acaso, la tesis renovada de que los procesos necesitan mayor respeto y, sobre todo, un ecosistema que forme futbolistas que hoy, salvo excepciones, la Liga 1 no tiene. Lo peor es que, ya sin Oblitas -gerencia-, ya sin Chemo -Unidad Técnica-, ya sin Paolo -la capitanía- y ya sin Fossati -el entrenador-, no solo estamos coleros: es el subsuelo.