Desde su debut, Andrés Guardado dejó claro que iba a ser mucho más que una simple promesa o un buen futbolista. Con una zurda educada, el canterano del Atlas se consolidó como uno de los mejores jugadores en la historia de México. Y, sin embargo, no haberse retirado con el club de sus amores es un dolor que difícilmente podrá superar.
A pesar del fervor que despierta la pelota en México, el más bello de todos los deportes del mundo no ha logrado superar la arraigada idiosincrasia nacional que, por lo general, toma al fútbol como un deporte pasional que, por encima de victorias rimbombantes o dolorosas derrotas, cumple su función de entretener.
Esa visión, tan alejada a la que se vive en otros lares en donde el fútbol se entiende como parte primordial de la idiosincrasia que define a una nación, ha terminado por afectar a Andrés Guardado, un jugador emblemático que construyó una de las carreras más preponderantes que ha visto el fútbol mexicano en su historia.
Uno de los mejores en la historia de México
Andrés Guardado debutó en el Atlas de Guadalajara a los 19 años, luego de levantar suspiros en fuerzas básicas gracias a su velocidad, su gran condición física, pero sobre todo a una pierna zurda educadísima. Desde aquel 20 de agosto de 2005, México supo que estaba ante un futbolista distinto.
Pero, más allá de sus condiciones dentro de la cancha, la mentalidad de Guardado terminó por cautivar a propios y extraños. A diferencia del conformismo habitual de los jugadores mexicanos, Guardado nunca escapó ni rechazó los análisis que le veían futuro europeo. Consciente de quien era, pero sobre todo, de quien quería ser, lucho por cumplir sus sueños.
Desde su flamante aparición como titular en los Octavos de Final de la Copa del Mundo de Alemania 2006, a menos de un año de su debut profesional, Guardado se constituyó como uno de los futbolistas en los que había que edificar las esperanzas mexicanas de élite. Y aunque no pudo cruzar el maldito umbral del cuarto partido, haber jugado cinco Mundiales lo coloca como uno de los mejores jugadores en la historia del país.
Una cultura endeble
Tras una carrera envídale, siendo querido o ídolo allí donde jugó, Guardado afrontó el final de su carrera con la madurez de un hombre curtido que cumplió casi todos sus sueños. Pero cuando hubo espacio de cumplir con el último, para cerrar una trayectoria de ensueño y redonda, se topó con dos de los peores males del fútbol mexicano: la inoperancia dirigencia y una pobre cultura futbolística.
Con la ilusión de retirarse en Atlas de sus amores, Guardado conoció la fría forma de conducirse del Grupo Orlegui, quien en 2019 se convirtió en el dueño del club rojinegro y se dispuso a transformar la realidad tortuosa del equipo, acostumbrado más a sufrir tragedias que a disfrutar momentos de júbilo.
Tras agradecer el interés de repatriarlo de Europa, Guardado quiso quedarse en el Betis al que había arribado en 2017 y donde con el tiempo se convertiría en ídolo. Una decisión que sería vista como una afrenta imperdonable para el conglomerado empresarial, el cual construiría un poder impenetrable gracias a un bicampeonato de alarido.
Ese éxito rimbombante que el propio Guardado celebró en público significó el fin de la ilusión del emblemático mexicano para retirarse en el Atlas. Porque cuando supo que su etapa europea había llegado a su fin y quiso volver a México, el canterano rojinegro se topó con las puertas cerradas de un Grupo Orlegui poderoso e incuestionable con su gente.
“Me cerraron las puertas”, dijo Guardado en una reciente entrevista, sin ocultar su gesto de enfado mezclado con una tristeza difícil de asimilar. Mientras en otros países los ídolos representativos de los equipos vuelven para un último episodio emocional con su gente, en México no se acostumbra a que eso tenga peso, a que eso importe.
Guardado fue privado de tener un cierre merecido para su longeva y exitosa carrera. Un episodio más de la falta de sensibilidad que el país siente por el fútbol y por todo lo que genera, más allá del simple y vano entretenimiento.